Bastaba con que tomaran los ingredientes al lote; que los mezclaran siguiendo la receta que ya se saben de memoria, le agregaran los condimentos ya probados y los distribuyeran en escenas y secuencias arrojadas como queso rallado en una plantilla Excel. Sus miles de seguidores, ya seducidos y capturados por las sagas anteriores, habrían corrido de todas maneras en masa a los cines (¡como ya lo están haciendo!).
Pero no.
Los realizadores de “IRON MAN 3”, ¡salta a la vista!, hicieron esta secuela con cariño, entusiasmo y dedicación para esas legiones de fans que vibraron con la 1 y la 2 (y con todo Marvel en pantalla, “Los Vengadores” mediante). Una suerte de acto de lealtad mezclado con amor por lo que se está haciendo. (Que luego facturen muchos millones de dólares, eso ya es otra cosa).
¿Y para los que vamos al cine a ver “Amour”, “Habemus Papam” o la próxima de Polanski antes que un blockbuster lleno de explosiones y hombres con superpoderes?
Pues “IRON MAN 3” es, igualmente, una muy buena película de acción, como Dios (o Hollywood) manda, entretenida, muy entretenida, de guión inteligente, y salpicada de un humor que sorprende al espectador por su agudeza y que funciona como soporte de desacralización de tanto aparataje fantástico.
O sea, el director Shane Black y su equipo de guionistas comandados por Drew Pearce hicieron la película como si ellos también lo estuvieran pasando ¡genial! filmando las aventuras y desventuras de este superhéroe de Marvel, que no parecía tener destino como protagonista de su propia historia hasta que a alguien se le ocurrió decirle a Robert Downey Jr. que se acordara que él es un gran actor y que podía parar un gran personaje, como en sus mejores tiempos antes de la droga.
Y así fue. El arrogante Tony Stark, un millonario que se permite todas las extravagancias y displicencias con el prójimo que sólo tanto dinero pueden permitir, emergió como un ídolo para la secta que sigue a Marvel como la verdad revelada y que supo pasar al celuloide tan certeramente.
Stark, que en esta versión comienza recordando lo acontecido en aquél Año Nuevo de 1999 en Suiza, cuando de puro petulante y pagado de sí mismo manda a la azotea al fascinado joven científico Aldrich Killian (Guy Pearce), quien ha llegado hasta él en un supremo esfuerzo para ofrecerle lo que le falta para llegar a la perfección… Tony anda de parranda con su científica, Maya Hansen (Rebecca Hall), quien tiene casi listo su trabajo de manipulación del ADN, y se saca de encima a Killian con esa bromita pesada. Cuida a la pareja el siempre fiel Happy (Jon Favreau).
Pero eso es el pasado y sólo la introducción para situarnos en el presente.
Hoy Tony habita una espléndida mansión de Malibú, literalmente colgando sobre el mar, y vive con Pepper (Gwyneth Paltrow), que está hasta la coronilla de que él se lo pase en sus experimentos y la deje plantada incluso en la cena antes de Navidad.
A las oficinas de Pepper ha llegado un cambiado Killian, a ofrecerle su perfeccionado experimento. Happy, que ahora es el jefe de seguridad –un cargo que le queda como un mameluco 5 tallas más chicas-, mantiene informado a Tony.
Mientras, EE.UU. y su presidente son amenazados por un terrorista, El Mandarín (Ben Kingsley), que envía sus mensajes terroríficos y difunde sus actos en cadena (involuntaria) de televisión. Entre estos, unas bombas humanas que incluso explotan en el teatro Chino.
Todo lo anterior sirve de introducción para el statu quo de nuestro héroe que entra en plena acción cuando el asunto le explota en la cara y su mundo se desploma.
Y es literal.
Explosiones, secuestros, vuelos, salvatajes y varios secundarios que son una delicia —como Harley, el chico de Tennesse—, entretejen una trama que sigue las directrices de un gran guión y le da vida y encanto a personajes que en otras manos habrían servido de puro relleno.
EN SUMA:
Si es fan, ¡qué está esperando para ir a reservar su entrada!
Si no lo es, pero su hijo (o nieto) sí, ¡vaya! Se lucirá como el padre del año y se lo va a pasar ¡genial!
OJO: espere hasta que den en el último de los créditos (de verdad el último).
IDEAL PARA: pasar una muy buena tarde en el cine.
Por Ana Josefa Silva V.
@ana_josefa